martes, 24 de marzo de 2020

Luis Miguel Vence, un venezolano en el equipo ganador del premio Nobel de Medicina 2018

Nunca un apellido tan bien llevado. Luis Miguel Vence (45), sabe de luchar, de bregar, de batallar y de triunfar. Este caraqueño vivió toda su infancia y adolescencia en la avenida Rómulo Gallegos; estudió en el colegio San Agustín de El Marqués; ganó las olimpíadas matemáticas del Cenamec (Centro Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de las Ciencias) y tiene un cuadro de El Ávila en su casa. Es también uno de los jefes de grupo que se alzó con el premio Nobel de Medicina 2018.

“Recibimos la noticia con mucha alegría -asegura telefónicamente desde Houston, Texas, en Estados Unidos, el lugar que ha sido su casa por los últimos doce años- . Hubo algunos de mis compañeros que brindaron, pero yo no tomo (bebidas alcohólicas). El premio es muy grande, un reconocimiento a nuestro trabajo. Eso significa que hay muchas personas beneficiándose de la inmunoterapia.“, asegura todavía emocionado y sin dejar de repetir que es su jefe, James Allison, quien en realidad obtuvo el galardón.

Pero la realidad es que Vence es el coordinador de uno de los cuatro grupos que a su vez supervisa Allison. El venezolano tiene un equipo de 20 personas que trabajan día y noche para ganarle la batalla al cáncer y más de una vez lo han logrado. “Hay cuatro directores; yo me enfoco en el estudio de los tumores sólidos; hay un patólogo que estudia los exámenes patológicos; un especialista que estudia tumores líquidos y el último que trabaja en otros tipo de cáncer“, explica con la paciencia y la simpleza de quien realmente sabe sobre su materia.

El sistema inmune está entrenado para atacar lo que no es parte de él (por ejemplo, infecciones que vienen de fuera); el problema es que el cáncer sí es parte del cuerpo humano. El cáncer muta, son células que proliferan rápidamente y por diferentes razones se vuelven en contra de la persona que lo alberga”. La genialidad de la aproximación de Allison y su equipo es que la cura no la buscaron en el cáncer directamente, sino que ampliaron su mirada hacia el sistema inmunológico. Y ¡bingo!

La respuesta la encontraron en las moléculas bautizadas como CTLA-4 y PD-1. Ambas actúan como “frenos” que impiden que los linfocitos T -una especie de soldados defensores- combatan a las células cancerosas, porque las reconocen como propias. Pero, al eliminar esa barrera, los “soldados” tienen luz verde para atacar al enemigo. En este caso, los tumores.

Claro, que cuando el sistema ataca al mismo cuerpo se producen las enfermedades autoinmunes, como colitis, diabetes y artritis reumatoide. Pero para contrarrestar ese efecto se utilizan esteroides que contienen los efectos secundarios. ->>Vea más...


FUENTE: Con información de Laura Weffer Cifuentes - Efecto Cocuyo

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