viernes, 31 de agosto de 2012

Ni la enfermedad ni las pérdidas le arrebataron la esperanza a Blanca Dávila

Blanca Dávila siempre esperó una sonrisa de la vida. Ni el cáncer, ni la destrucción total de su casa, ni su estadía en el refugio de la Base Naval de Punto Fijo le arrebataron la esperanza y la alegría de vivir a esta afectada por el incidente del pasado sábado en la refinería de Amuay, estado Falcón.
"Jamás perdí el optimismo, ni la alegría, ni la esperanza", expresó esta mujer de 43 años de edad con una bonita sonrisa, al frente de la casa 326 de la urbanización Ciudad Federación de Punto Fijo, situada en la vía a Coro, donde han sido reubicadas varias de las familias que perdieron sus casas por el siniestro.

"Mi futuro lo vislumbro demasiado bello", señaló Dávila con el brillo de sus ojos color café y una pañoleta sobre su cabeza, depilada totalmente tras largas jornadas de quimioterapia que ha tenido para combatir un cáncer detectado hace un par de meses.

"Ese cáncer no me va a llevar para ningún lado. Lo voy a vencer y voy a vivir largos años en mi nueva casa", resaltó la mujer, cuyo grupo familiar está compuesto por ocho personas, incluida ella, su esposo, hijas, nietas y su yerno.

Militante del optimismo

El día de la explosión, Dávila estaba en compañía de una de sus hijas y una de sus nietas. Su esposo estaba en un velorio de un familiar en Valencia, estado Carabobo, mientras sus otras hijas y nietas durmieron en casas de otros familiares.

"Al principio pensé era un terremoto. Jamás pensé que se trataba de la refinería. Vi cómo empezó a caer el techo. En ese instante me paré como pude, agarré a las muchachas y salimos. Empezamos a correr por un terreno. Corrí y corrí".

Dijo que en medio de la noche, cuando veía a la distancia levantarse la humareda del incendio de la refinería, no supo más de ella. Se desmayó y se la llevaron para el Hospital Rafael Calles Sierra de Punto Fijo.

"Cuando me desperté comencé a gritar '¡A dónde estaban las niñas!'. Me sentía mal por haberlas dejado solas, por el desmayo", dijo Dávila. Uno de los vecinos las había encontrado y las resguardó hasta que pudo entregárselas.

Ella y su familia permanecieron en varios refugios hasta que se la llevaron a la Base Naval. Dos días después del siniestro, sentada en una colchoneta habilitada para dormir, le dijeron que le tenían una sorpresa.

La llevaron para la urbanización Ciudad Federación en un autobús junto a un grupo de vecinos. "No sabía para donde iba. Apenas me bajé del autobús me dijeron: 'Aquí tienes la llave de tu nueva casa".

Dávila relató que en ese instante sintió que una luz diferente a la del sol se le abrió en el firmamento y agregó: "Gracias Dios por esta bendición" y se le salieron las lágrimas. Había sido indemnizada por el Estado venezolano, luego de perder su casa por el siniestro.

"Jamás he perdido el optimismo. Soy una mujer con una gran esperanza, es mi naturaleza. Al que es optimista la vida siempre le sonríe, tarde o temprano. Ésta es la prueba".

FUENTE: Félix Gutiérrez - AVN

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