Luego que escampó, la mayoría de los vecinos coincidieron en hacer una misma tarea, que no era otra que sacar el lodo que entró en las viviendas y poner al sol la ropa y las colchonetas que no se escaparon de la tempestad.
Ante el panorama con los caminos aún humedecidos, los únicos seres que corrían despreocupados eran “roquero” y “laica”, un par de perros enamorados que hacían “travesuras” en los callejones del barrio, mientras que de la boca de los residentes lo que se escuchaban eran quejas y preocupaciones.
“Cada vez que llueve es lo mismo. El agua baja del cerro, arrastra todo lo que encuentra a su paso y se inundan las casas. Hay veredas que no tienen aceras y tampoco contamos con drenajes para evitar que los pozos sépticos colapsen”, resumió Elizabeth Fernández antes de ir a trabajar, quien además se quejó del canal que separa a Santa Eduviges de Guanire, porque un tramo está lleno de tierra por falta de mantenimiento.
“El zanjón no tiene basura porque la corriente se la llevó, pero quedaron las piedras y eltierrero”, agregó Fernández.
Con cuidado
Este año, caminar por el vecindario se convirtió en una actividad de supervivencia, porque según los habitantes, la delincuencia está desatada.
No se conforman con robar dinero y celulares, también se apoderan de los zapatos, ropa y los morrales donde los jóvenes meten los cuadernos.
“La Policía de Sotillo tiene tiempo sin patrullar en la comunidad y eso les da más confianza a los malandros para drogarse y cometer sus fechorías a toda hora”, denunció uno de los residentes que pidió no ser identificado.
A medias
En Santa Eduviges las obras se quedaron por la mitad. De los cuatro sectores que forman la comunidad, sólo el A y el D tienen cloacas, mientras que en el B y C las familias todavía usan pozos sépticos.
“En la Alcaldía de Puerto La Cruz nos prometieron que terminarían la construcción de las aceras en las veredas, además de la instalación del alumbrado público y un muro de contención en la zona alta, pero ya estamos en diciembre y no se concretó nada”, dijeron vecinos descontentos.
Otras que también esperan por una promesa, esta vez de la Misión Vivienda, son Luisa González y Olga de Palomo.
Ambas tienen 20 años durmiendo en ranchos de zinc y sueñan con tener algún día una casa de bloques para dejar de batallar con las lluvias que podría derribar sus viviendas y quedar en la calle o en los callejones que recorren “roquero” y “laica”.
Lo positivo: “Aquí mismito”
Santa Eduviges está cerca de varias comunidades, entre ellas Guanire, Chuparín y Montecristo y por ello los residentes consideran que es un punto a favor para trasladarsede un lugar a otro sin tener que usar el transporte público, sobre todo beneficia a los estudiantes que van a las escuelas y liceos cercanos.
FUENTE: Omar E. Pérez / El Mío - http://eltiempo.com.ve
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