domingo, 20 de marzo de 2022

Amílcar Rodríguez Rojas: Necesarios somos todos (+Opinión)

Por: Amílcar Rodríguez Rojas - Venezuela, históricamente hablando, ha transitado por momentos políticos en los que un solo hombre se ha convertido en el sujeto necesario para conducir el país. Se manifiestan como un presagio, el líder del arma que lo encumbran y el que manda para quienes le obedecen con lealtad canina, no acepta otra voz más que la suya.

Es uno de los males –histórico y sociológico– que se ha repetido en todos los tiempos, (antiguos y modernos). Parece que es una necesidad, sobre todo en aquellos pueblos donde imperan la inocencia política y la manida costumbre de escoger y sólo votar, sin haber sopesado o estudiado a conciencia al individuo sobre quien prefieren para que los mande y, no elegir a quien o a quienes realmente merecen la confianza.

Es allí, a través de ese error donde nace lo que el famoso escritor francés Taine, pregonó «El gendarme electivo o hereditario de ojo avizor, de mano dura, que por las vías de hecho inspira el temor y que por el temor mantiene la paz»; ¡claro! una paz instalada con el uso del terror, que en el fondo sólo es pavor, guerras, prisiones, torturas, hambre y miseria juntos, y el culto al personalismo que tanto mal ha hecho y los venezolanos no terminamos de escapar de ello.

Si nos atenemos a la verdad histórica podemos entender que la tradición política venezolana está atada por hombres que reunieron las condiciones anteriormente descritas: Páez, Guzmán Blanco, Gómez, Pérez Jiménez y el más mesiánico de ellos, Hugo Chávez. La aparición de estos hombres debería obligar a los pueblos a tomar conciencia de país.

En la medida que esa conciencia destacase la patria se elevaría, y no se dispersaría, que es el otro mal que nos aqueja y no nos deja avanzar.

La eficacia no está enfocada sino desunida, pareciera que la multiplicidad de razas de las cuales estamos compuestos los venezolanos no ha logrado su máxima fundición que impide dirigir con firmeza lo que lograría en verdad hacer de nuestra raza la perfecta forma del venezolano auténtico. Mientras esto no suceda Venezuela seguirá gobernada por la astucia, el engaño, el vividor, el intruso, el que regala lo que no es de él.

Si desglosamos la historia descubriríamos que con Páez gobernaron los realistas: los godos y en su gobierno predominó el Liberalismo. No fue un mal gobernante. Impulsó al Dr. Vargas, luego a Soublette y más tarde clavó su ruina cuando creyó en José Tadeo Monagas, quien lo mandó preso a Cumaná.

Entre Páez y Guzmán Blanco Venezuela se debatió durante 34 años. Con los Monagas, los Villegas, los Palacios allí creció la figura de Guzmán Blanco. Éste sería el otro hombre necesario, el individuo de las estatuas, del personalismo, el astuto, el mentiroso, el vividor.

Luego le tocó el turno a Linares Alcántara quien no se dejó dominar por Antonio Guzmán, éste agarró sus corotos y se fue para Europa. El desorden llegó al poder. Aquel se robaba el tesoro nacional y Linares lo regalaba a los amigos, no en balde éstos derribaban las estatuas de Guzmán Blanco.

Después vino Crespo, claro, quien mandaba era Guzmán desde Francia. El país estaba quebrado, no se hizo ninguna obra. Dos años duró su presidencia. Cuando volvió Guzmán entró a Caracas en un coche descubierto. Cuando pasaba por la esquina de Las Monjas, un hombre gritó: «¡General Guzmán! Nos morimos de hambre». Y Guzmán contestó: «Lo sé todo, lo sé todo». Hasta allí llegó la amistad de Crespo y Guzmán. Este rompimiento obligó a Guzmán a regresar a Europa para no volver jamás. Dejó encargado del poder a Hermógenes López y le sucedió Juan Pablo Rojas Paúl, quien tampoco se sometió a Guzmán.

Seguidamente llegó Anduecia Palacios, volvió Joaquín Crespo, y luego Ignacio Andrade. Más pronto vinieron los hombres de la montaña, los setenta les llamaron, conducidos por los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, apareció el tercer hombre necesario.

En resumen, lo que quiero significar es que en pleno Siglo XXI no necesitamos mesías, caudillos, ni nada parecido, sencillamente porque no hay hombre que sea necesario.
 
FUENTE: Artículo de Opinión - Twitter: @visionvenezuela

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