miércoles, 8 de diciembre de 2021

Crónicas de Anzoátegui: Petroesferas (+Opinión)

Por: Omar González Moreno -
Probablemente son pocas las personas que conocen la verdadera historia de las extrañas esferas de piedra de un extraordinario valor artístico, antropológico, histórico y geológico, que fueron localizadas cerca de la población de Onoto en el Estado Anzoátegui.
Se trata de un conjunto de piedras perfectamente redondas de diferentes tamaños y dibujos que se estima fueron talladas en la era precolombina, presumiblemente por indígenas de la etnia Karina que habitaron la cuenca del río Unare.

Los especialistas calculan que esas extrañas esferas de piedra de Anzoátegui fueron esculpidas aproximadamente unos 500 años antes de la llegada de Cristóbal Colon a tierras americanas.

Lo más extraordinario es que esos indígenas tuvieron que haber utilizado herramientas muy rudimentarias para esculpir esos prodigios, con tal perfección, que son consideradas verdaderas obras de arte.

Cabe destacar que para los indígenas las piedras eran algo sagrado, algo mágico que veneraban, sobre todo si tenían alguna característica particular que la distinguiera, como su forma redonda, por ejemplo.

 El carácter de sagrado de las piedras estaba asociado a las experiencias religiosas de nuestros aborígenes, según los especialistas en la materia.

Para ellos, en estas piedras se concentraba el poder, allí se localizaba, allí residía toda la fuerza de cada tribu, por lo que las adoradaban como si fueran unos verdaderos “encantos”, porque tenían la energía que habían recibido de seres superiores, según su cosmovisión.

Las extrañas esferas de piedra de Anzoátegui fueron descubiertas cerca de la población de Onoto, capital del Municipio Cajigal del estado Anzoátegui, en la década de los setenta, cuando construían la represa El Cují con la finalidad de abastecer de agua a la población, así como para controlar las crecientes de los ríos aledaños y para el riego de centenares de hectáreas.

Cuenta la historia que la empresa Constructora Raíza C.A, descubrió esas petroesferas cuando realizaban las primeras excavaciones para la construcción del embalse, a unos dos kilómetros y medio de la población de Onoto.

Dicen que los operadores de máquinas quedaron sorprendidos al percatarse que con cada movimiento de tierra afloraban más y más esferas de diferentes tamaños, todas perfectamente redondas y algunas con jeroglíficos a su alrededor.

Señalan que había esferas del tamaño de una pelota y otras de más de dos metros de diámetro. Todas redondas como si hubiesen sido hechas por potentes máquinas para redondear rocas.

Aplacadas las horas de asombro por el misterioso hallazgo, mucho antes de que la superstición pusiera sus huevos en la mente de los pobladores de Onoto y de las ciudades cercanas, cuando aún era imposible saber el número de esferas de piedra que había en ese lugar, los gerentes de la empresa constructora decidieron mantener en secreto el descubrimiento.

Dicen que esa decisión fue tomada por temor a que la construcción de la represa fuese paralizada para investigar el fenómeno de las esferas de piedra localizadas en el lugar.

Sin embargo, el descubrimiento no se mantuvo por mucho tiempo en secreto. Los mismos trabajadores fueron llevándose, poco a poco, muchas de las esferas fuera del lugar y algunos aseguran que hasta los dueños de la empresa cargaron con las piedras redondas de mayores dimensiones.

Lo cierto del caso, es que algunas de esas petroesferas aparecieron con el tiempo en la Universidad del Zulia, en la Fundación La Salle y en los jardines de algunas lujosas casas en diversos lugares del país.

Muy diferente a lo ocurrido con un hallazgo similar hecho en Costa Rica, donde descubrieron esferas de piedra muy parecidas a las de Onoto en el estado Anzoátegui, Venezuela.

En Costa Rica más de quinientas petroesferas precolombinas de la cultura indígena fueron ubicadas en el sur de ese país, en la confluencia del río Sierpe y el río Grande de Térraba.

En el país centroamericano esas esferas de piedra son consideradas únicas en el mundo por su número, tamaño y perfección.

Las esferas de piedra de Costa Rica son estimadas como la manifestación artística por excelencia de la cultura precolombina de esa nación.

Es más, en el año 2014, la Unesco declaró las esferas de piedra de Costa Rica como Patrimonio de la Humanidad y el 16 de julio de 2014, la Asamblea Legislativa de ese país las decretó como símbolo nacional.

Lamentablemente las esferas de piedra de Onoto, Municipio Cajigal del estado Anzoátegui, Venezuela, no han corrido la misma suerte.

Salvo aislados y muy meritorios esfuerzos de personalidades interesadas en el tema, ninguna institución se ha abocado a investigar y preservar tan extraordinario legado de nuestros indígenas.

Ojalá las autoridades nacionales, regionales y locales, así como la Universidad de Oriente, a través de sus escuelas de Geología, Antropología, y otros centros de investigación en el campo del arte, la historia y la cultura se interesen en este descubrimiento.

Estamos convencidos que las petroesferas de Onoto en el Estado Anzoátegui son únicamente comparables al de la fabulosa manifestación artísticas de las esferas de piedra de Costa Rica.

Son joyas de primoroso acabado, piedras preciosas, una confección extraordinaria de nuestros indígenas.

Sería una justa retribución de las personas de vivimos en esta tierra de gracia con los prodigios de una cultura que nos antecedió.


FUENTE: Artículo de Opinión

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