La historia de El Tigre no se circunscribe sólo a la explotación del pozo petrolero OG-1 el 23 de febrero de 1933. De su suelo surgió en la década de los 60 y 70 otra riqueza: el cultivo del maní.
Edificaciones como los silos de Agrícola Guanipa (Aguanca), convertida hoy en la bandera pintada “más grande del mundo”, el complejo agroindustrial Adagro y tierras abandonadas o dedicadas a otros rubros se erigen como recordatorios de lo fue la siembra y cosecha de esa oleaginosa.
Y es que la aparición del maní fue una “tabla de salvación” ante la recesión petrolera que arropó a la región sureña a inicios de los 60.
El periodista Alexis Caroles, quien ha investigado el tema, refiere que “entre los años 1962 y 1965, en El Tigre y El Tigrito, la actividad económica se redujo abruptamente y comenzó un proceso de emigración de la población. De este modo, un centro dinamizado por la actividad petrolera comenzaba a sufrir la acción regresiva”.
Comenta que en esos momentos de crisis, sectores representativos plantearon al Gobierno central la necesidad de establecer un plan capaz de reactivar la maltrecha economía local. Es allí cuando se exige la intervención del Estado, la cual se refleja mediante la instrumentación de programas agrícolas de carácter empresarial.
Dentro de esa estrategia, apunta que en 1966 fue puesto en marcha el Plan de Desarrollo Manisero, que constituyó el eje de la política estatal implementada para la Mesa de Guanipa.
El programa se asentó sobre la gran disponibilidad de tierras pertenecientes al Instituto Agrario Nacional (IAN) y en un programa de crédito y asistencia técnica.
En el libro inédito “El Tigre. Memorias”, escrito por Caroles y Boett, se indica que ya implantado el cultivo de maní, se promovió la instalación de una planta procesadora para obtener aceite comestible.
Recibió el nombre de Agrícola Guanipa, C.A. (Aguanca), y comenzó a funcionar en 1971.
El productor manisero de la época, José Luis Ferrera, cuenta que llegaron a sembrar unas 30 mil hectáreas y emplear a unos 15 mil hombres. Asevera que el rubro fue un acelerador de la economía en la zona y el motor para la producción de otros cultivos agrícolas.
Pero vino la debacle. Recuerda que a mediados de los años 80 se produjo la liberación de las importaciones por parte del Ejecutivo nacional, lo que impactó de forma contundente la actividad agrícola.
Haber centrado la producción del rubro en la fabricación del aceite comestible fue otro de los factores que debilitaron el plan manisero, pues resultaba demasiado costoso el producto final, dice Ferrera.
Pese a la adversidad y como uno de los pioneros de ese cultivo en los años 60, 70 y 80, Ferrera piensa que persisten las condiciones naturales para reivindicar el rubro a fin de que vuelva a su “época dorada”.
Revivir el cultivo
Ferrera coloca como ejemplo de ello su propia finca, donde acaban de sembrar 36 hectáreas de maní, cuya cosecha fue llevada a una planta industrial.
Aclara que la vuelta al negocio pasa por políticas económicas nacionales, como la restricción a las importaciones del producto.
Como hombre del campo considera una debilidad que aún el Gobierno traiga ese cultivo de mercados internacionales, cuando en la Mesa de Guanipa hay las condiciones naturales para producirlo. Recalcó la necesidad de dirigir el vegetal hacia la fabricación de confites (chucherías).
El exgerente del Complejo Agroindustrial Aguanca (periodo 1979-1984), Mauro Barrios, reafirma esa posibilidad al destacar que existen las condiciones propicias para reasumir el reto.
Estima que hace falta voluntad política y cambios en las estrategias agrícolas.
“Aunque no estamos en contra, en lugar de dirigir recursos y esfuerzos hacia la soya, el Gobierno debe ayudar para reinventar el maní”.
Los deseos de volver a la época dorada del maní no se quedan sólo en el ánimo de pequeños y grandes productores.
El exjefe de la Unidad de Semillas del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas (Inia) en Anzoátegui, Fernando Silva, explicó que hay un plan del Gobierno nacional para rescatar la siembra en la zona sur.
Aseguró que el año pasado se cultivaron unas 800 hectáreas por parte del Instituto de Desarrollo Rural (Inder).
Eso, junto con cerca de 400 hectáreas sembradas por privados, ubicó la producción en 1.200 hectáreas.
Incluso, aún persisten algunas plantas procesadoras, entre ellas, Granmarca, ubicada en San José de Guanipa, que se encarga de sembrar, cosechar y producir maní para el mercado confitero.
También están las empresas receptoras del grano Llano Bajo y Mario Cervi.
Silva, quien ahora trabaja como asesor para el Inia, dijo que están retomando los estudios de la semilla de maní y su adaptación a los suelos.
Para conocer detalles del proyecto del Gobierno nacional, el equipo de El Tiempo intentó conversar con el representante del Inder en la zona sur, Alfredo Herrera, pero alegó no estar autorizado para declarar.
Siembra oficial
Sin embargo, el 13/5/11, el vicepresidente Ejecutivo de la República, Elías Jaua, en visita dispensada al complejo agroindustrial Inácio Abreu e Lima (Aragua de Barcelona), informó que este año serían sembradas 2 mil hectáreas del rubro en tierras sureñas.
En nota de prensa emanada de la Agencia Venezolana de Noticias (AVN), Jaua recordó que el maní era un rubro histórico en la Mesa de Guanipa que fue abandonado para enfocarse en otros productos.
Dentro del nuevo criterio, expresó que la primera fase del proyecto abarca la instalación de seis silos, así como de una planta procesadora de aceite refinado y embotellado.
Para lograr la recuperación del potencial manisero, el ingeniero agrónomo y productor Darwin Fererra coincide en que el Gobierno nacional debe controlar las importaciones, con el fin de que se fortalezca la producción criolla.
Demanda y producción
De acuerdo con los datos que maneja de los importadores, Ferrera reportó que en el país existe una demanda de 20 millones de kilos de maní.
De esa cifra, se estima que en Venezuela sólo se producen 4 millones 900 kilos, lo que significa que apenas se satisface 24.9% del mercado interno. Considera que la Mesa de Guanipa sigue contando con formidables condiciones agroclimáticas para la explotación del cacahuete.
Esa condición, aunada a la experiencia de los productores, le permite ser optimista.
Además, acotó, es un rubro que garantiza una alta rentabilidad debido a que se obtienen entre 3 mil 500 y 5 mil kilos por hectárea, dependiendo de la preparación del terreno.
Análisis similar hizo el ingeniero agrónomo Jesús Paraqueima, diputado a la Asamblea Nacional (AN).
Paraqueima, quien también trabajó para el antiguo Fondo Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Fonaiap), ahora Inia, dijo que el desarrollo de un programa de siembra de maní no debe sustentarse en la producción de aceite comestible, como se hizo en principio, porque sus precios no son competitivos.
Al igual que otros analistas, piensa que el espectro industrial debe dirigirse a la producción de confites en sus diferentes variedades (maní tostado salado, turrones, con chocolate, entre otras presentaciones).
Otro de los productores que cree en el regreso del maní es Noel Lezama, quien con cinco hectáreas de plantas que cultiva en su propia finca comenzó a experimentar de manera artesanal con un producto confitero (maní tostado salado).
Cree que el rescate del cultivo en la zona sur no debe quedarse sólo en la producción primaria (cosecha) sino que debe trascender hacia el procesamiento.
No obstante, está consciente de que el resurgir requiere inversión en la mecanización y en la estructura para la comercialización del producto final.
Lezama, hijo de las familias pioneras que se dedicaron a la siembra del maní en la zona sur, considera que sí es posible darle a El Tigre otra imagen distinta al petróleo.
De hecho, en el eslogan que comenzó a difundir en pendones para promocionar comercialmente su producto dice: “En la Faja Petrolífera del Orinoco, también producimos el mejor maní”.
13
bolívares
es el precio aproximado del kilo de maní en cáscara en el país, según el esquema de costos que manejan algunos productores en la zona sur de Anzoátegui. Luego de la siembra, la cosecha es recolectada y enviada a las plantas donde son procesadas, saneadas, descascaradas y llevadas en sacos de 50 kilos hasta fábricas confiteras en el centro del país.
Leguminosa
El maní (Arachis hypogaea L.) es una leguminosa de la familia Pa- pilionáceo, originaria probablemente de Bolivia. Se siembra en todos los continentes, especialmente en las regiones tropicales y subtropicales. Las semillas de maní tienen un elevado contenido de proteínas (25%) y de aceite (50%) comestible de alta calidad. Es también fuente de minerales (hierro, calcio y fósforo) y vitaminas (A, B, C, E).
FUENTE: Argel Fernández - http://eltiempo.com.ve
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