Andrea Arlés concluyó que su vida era una farsa cuando, hace unos meses, descubrió que las flores que había estado regando, acariciando y desparasitando durante diez años no eran más que imitaciones de plástico, reseña elmundotoday.
“Es como cuando ves la ciudad desde el avión y te parece preciosa. Luego te acercas más y más, aterrizas y no sabes cómo pero acabas en una calle que huele a orines. Si profundizas, te das cuenta de que estás en un pozo lleno de basura. Y piensas: ‘Tonta yo por profundizar’” sentencia la entrevistada, que ha estampado su pesimismo en un libro titulado “Joder”.
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