Se trata de las Locainas de Agua Blanca, la popular y folclórica celebración en la que hombres se disfrazan de mujeres y mujeres de hombres para dar vida a un ritual que evoca la locura de aquellas madres, sobre varas de hasta cuatro metros de altura y al son de galerones, joropo "valsiao", rancheras, merengues y golpes tocuyanos.
Grupos de "locos", conformados por más de 30 personas cada uno, portan banderines, máscaras y sombreros con tiras de colores y, al ritmo de sus propios conjuntos musicales, desfilan por el pueblo bailando, gobernados por muñecos cuyos nombres simbolizan a los Santos Inocentes: Juan de Dios Rumbos, Don Cayetano y Doña Simona.
Infracciones y condenas
El recorrido multicolor finaliza con una misa en la iglesia de Agua Blanca y como no todos los asistentes conocen los códigos del ritual, algunos suelen "caer por inocentes" y son "castigados" en la plaza del pueblo con El Burro (celda de castigo).
En esta prisión simbólica se dictaminan y purgan condenas y hasta se multa a quienes hayan hablado en el oído a una mujer, se le hayan acercado a menos de un metro, le hayan colocado el sombrero antes de comenzar el baile o hayan incurrido en otra "infracción".
Las penas son asignadas por el Doctor en Leyes (abogado) y se purgan con un son musical por año; es decir que para pagar una condena de cuatro años el "interno" debe esperar que la banda musical termine cuatro sones para "salir en libertad".
Más que un día
Las Locainas de Agua Blanca salen a las calles desde hace 125 años y, aunque la fiesta principal es el 28 de diciembre, por ser este el día de sus inspiradores, la tradición comienza el día 20 con visitas a casas de familia en las que se escenifican nueve velorios.
En esos velorios, que comienzan de noche y terminan a las 6:00 de la mañana del día siguiente, se hacen peticiones, se pagan promesas y se materializa la devoción, "se ofrecen salves y décimas y se expresa la fe del pueblo en los Santos Inocentes", explica Miguel Montilla, locainero que acompaña las fiestas desde hace 25 porque "las Locainas me curaron una grave dolencia".
Una vez que llegan a las casas, las locainas son las que mandan en el patio y el dueño debe garantizar a todos los asistentes "la puñalada" (comida), "la creolina" (aguardiente) y una habitación para el vestuario con el que, al ritmo de cuatros, tambores, maracas, cachos, bandolines, violines y charrascas, bailan al Divino Niño.
FUENTE: AVN |