Previsiblemente planteó, en esencia, lo que el gran capital quiere (¡y lo quiere ya!): más dólares, cese a los controles de precios, luz verde para despedir masivamente a los trabajadores y que comience un programa de privatización. Un paquete, pues.
El magnate de las birras (que, por cierto, no debe ser consumidor de su propio brebaje, pues no tiene ni asomo de panza cervecera) apeló al clásico recurso de los tecnócratas neoliberales, al tratar de vacunarse contra la política, diciendo que lo de él es el mundo productivo, pero tal vez no hubo en toda la larga noche de la inauguración de la concordia nacional una intervención más cargada de política que la suya. Fue tan político su planteamiento que si el gobierno hace lo que propone el rey de la harina pan (quien tampoco debe comer mucha arepa), el diálogo habrá logrado lo que no logró la guarimba: hacer la contrarrevolución. Más político, imposible.
Por supuesto que no es cuestión de adelantarse a los acontecimientos, dialogar no significa aceptar las imposiciones de quienes se han presentado a la mesa de conversaciones, por más millones que tenga. Pero vamos por mal camino si aceptamos que esas proposiciones ultrapolíticas de la derecha son -como pretende hacer ver su promotor- asépticas ideas que nos van a salvar del exceso de política. Como decía mi amigo el ex comunista, cuando se le preguntaba cómo debían ser los revolucionarios: “Pacíficos siempre que se pueda; pendejos, nunca”.
(clodoher@yahoo.com)
FUENTE: Clodovaldo Hernández - http://laiguana.tv |