viernes, 20 de septiembre de 2013

Viaje a los textos escolares de la Cuarta República

Se quedaron sin libros. En los albores de la cuarta República, mientras corría el gobierno del adeco Raúl Leoni, en la década de los 60, a los estudiantes nunca le llegaron los textos escolares gratuitos que establecía el decreto 567.
Los recursos dispuestos para editar los libros necesarios para cubrir la educación de niños, niñas y jóvenes inscritos en todas las escuelas fueron gastados “en otros menesteres” como denunció en su momento el educador y político venezolano Luis Beltrán Prieto Figueroa en el año 72.

En su título La magia de los libros, el educador reclamó que el gobierno de entonces pasó "olímpicamente" sobre el decreto porque no tenía interés en que la educación llegase a todos y apuntó que la educación gratuita debe comprender el material escolar y libros para todos los estudiantes porque de otra manera no lo sería.

La situación siguió igual con el copeyano Rafael Caldera, cuando estuvo por primera vez en la silla presidencial. Prieto Figueroa apuntó: “Aquí se hace y se ha hecho una educación educación de castas (...) porque a la educación solo pueden concurrir los que tienen medios para ello, ya que además de los textos deben pagar transporte, uniforme y útiles”, apuntó.

En el pasado, se hizo otro intento por atender a los escolares, pero sólo para mitigar la acentuada crisis que vivía el país, robustecida con el paquete económico que lanzó el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP), en 1989.

En ese momento, CAP implantó “programas” como la beca alimentaria, útiles y uniformes escolares cuya calidad y contenidos fueron cuestionados.

El supuesto altruismo del Estado no duró mucho. Las editoriales transnacionales como Norma y Santillana empezaron a controlar el mercado de libros escolares. Ésta última, del Grupo Prisa, llegó a convertirse en la primera productora de costosos textos.

Para padres y representantes se hizo cuesta arriba cubrir el gasto que implicaba la lista escolar hasta que el monopolio se revirtió cuando el Estado venezolano, con la Revolución Bolivariana, asumió la responsabilidad de producir los textos escolares venezolanos y distribuirlos gratuitamente.

El racismo como ideología

El contenido racista y discriminatorio en los textos de la editorial Santillana en América Latina ha sido objeto de estudio.

La doctora en Linguística y Comunicación Sandra Soler Castillo, desarrolló una investigación en Colombia sobre “los textos escolares como instrumentos de exclusión y segregación” y apunta que en su análisis de los textos escolares de Ciencias Sociales de las editoriales Norma y Santillana “se encuentran formas de racismo, algunas menos sutiles que otras, pero no por ello menos nocivas”.

En su análisis, Soler Castillo contabiliza las fotografías e ilustraciones y apunta que en los textos de la Editorial Santillana aparecen 559 fotos e ilustraciones de personas blancas y mestizas; 67 mulatos y negros, y 47 indios. Éstas últimas aparecen asociadas con pobreza, abandono, desempleo, segregación o esclavitud.

La autora apunta que este panorama en los textos escolares enfatiza el proceso de discriminación contra los afrodescendientes y los indígenas, cuestión que, para la antropóloga Beatriz Aiffil, se repitió en Venezuela con un esquema parecido.

“En los textos de antes la mayoría de los personajes de los libros escolares eran rubios con ojos azules y narices respingadas”, apunta la también profesora del Centro de Saberes Africanos.

No obstante, este año el Gobierno Nacional empezó a distribuir gratuitamente 35 millones de textos en las escuelas que incluyen mitos, leyendas, cuentos y realidades nacionales y latinoamericanas así como imágenes que dicen más del venezolano.

“La figura con que salen representados los personajes se parecen más a nosotros, ahora los niños se ven reflejados en los textos cuando los abren. Hay un esfuerzo del Estado por colorear esos textos con el componente afrovenezolano”, expresó.

Pero además, en el libro de Lenguaje y Literatura, de sexto grato, de la Colección Bicentenario, que entregó el Ejecutivo Nacional, se cuenta la historia de Juana Ramírez “La Avanzadora”. El texto apunta que nació en Chaguaramal, en el estado Monagas, y su madre había sido traída de África y comprada como esclava por la familia del general Andrés Rojas”.

“Se han incluido historias que habían estado ocultas, pero aún faltan pasos por dar para eliminar por completo los elementos racistas de los textos escolares”, destacó.

Asimismo, rechazó la mofa que hacen sectores de oposición al hablar de los afrodescendientes. “Si se trabaja con la Negra Matea se burlan y dicen: 'Cómo es posible que hablen de los esclavos”.

FUENTE: AVN

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