martes, 4 de septiembre de 2012

El llano metafórico, melancólico y alegre se recorre en versos de Arvelo Torrealba

El legado del poeta Alberto Arvelo Torrealba supera la llanura desnuda. Las décimas infantiles, las míticas leyendas como la inmortal Florentino y El Diablo y los escritos condimentados de melancolía siempre son buena excusa para recordar su verso al momento de entonar una copla o rememorar algún melodioso pasaje.
Con Torrealba ocurre lo mismo que con los escritores universales. Su obra ha trascendido el terruño venezolano, siendo más resonante el sabor a llano de sus versos que su vida misma, que estuvo caracterizada por el desempeño de cargos políticos fuera y dentro del país.

En su prosa nada queda oculto, la rima anda suelta y limpia de edificios o ruido, ligera de oraciones construidas para confundir al lector y profundamente colmada de amor, pasión y soledades que se van dibujando en la faena diaria del ordeño, en la partida de dominó o en el tímido juego de pequeños pies sobre la sabana abierta.

De ese modo, el poeta se acerca al olvido en su imborrable "Canoero del Caipe", marcado por la ausencia de Maruja, la mujer que envuelve el todo y se lleva consigo las mejores noches.

"El canoero está solo/ hundido en su sentimiento, /orilla del pozo mustio,/sin atarraya ni anzuelo. /El canoero se clava la ponzoña del recuerdo./Maruja,Maruja, uja/se mofa el lejano eco", se lee en la primera parte de su Antología, publicada por Monte Ávila Editores Latinoamericana en 2005.

Líneas siguientes, la atmósfera melancólica sumerge al lector en un juego de palabras que se aproxima a los amores perdidos. En el llano bravo éstos se borran a punta de cuatro, comparsas de arpa y formas mágicas que bailan sobre el agua sana de los ríos de aquella Barinas que viera nacer al escritor en septiembre de 1905.

El poema Ojos color de los pozos es una muestra de las metáforas pregonadas por Torrealba, cuando se trae la querencia olvidada a los versos: "Sobre el paisaje sin líneas,/ante el azar sin apuesta de tu adiós sin despedida,/cantándoles sin reposo,/en mi guitarra sin prima,/a tus ojos sin tristeza/mi canción sin alegría".

En esta antología la décima infantil interviene, posterior al verso aquejado, para dibujar el costumbrismo inmerso en las tradiciones decembrinas que recorren toda la geografía venezolana con cantos, altares y anécdotas pícaras que divierten a los más pequeños.

"Al niñito que no es malo/le echa cuentos Baltasar,/le enseña coplas a Gaspar y Melchor le da el regalo:/el caballito de palo, el avión o la muñeca. /La bruja malvada y seca cuando pasa el rey suspira;/ pero Melchor ni la mira porque no tiene manteca", escribió la mano de Arvelo Torrealba inspirada en la ternura de sus hijos, Mariela y Alberto.

Sus Glosas al cancionero, publicadas en 1940, se encargan de acercar al ingenuo visitante con la cotidianidad del llano, despierto desde temprano para ver descender el inmenso sol.

Escribe Arvelo Torrealba: "La madrugada se ahoga/en los esteros del hato./ El alba, toro araguato, viene sin pica ni soga./Humitos ponen en boga sueños de café colado./Le echa cuentos al ganado/ñénguere madrugador y canta el ordeñador:/clavelito colorado..."

Sobre la variedad de alcaraván que es el ñénguere se describe al final de la publicación, a través de un práctico diccionario que ofrece Monte Ávila para explicar al lector qué son los bachacos, las chicharras, los cimarrones, los cristofués, el pico-e-plata y demás fauna que hacen vida en las llanuras venezolanas.

Nacido el 3 de septiembre de 1905 en Barinas, Arvelo Torrealba se tituló como abogado y doctor en Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela, impartió clases de castellano y literatura, y en su honor un municipio del estado natal lleva su nombre.

Además de su carrera literaria, cultivó una carrera política que lo llevó a la gobernación del estado Barinas entre 1941 y 1944, al Ministerio de Agricultura y Cría en 1953 y a ser titular venezolano en las embajadas de Bolivia e Italia en 1952.

Murió en marzo de 1971, en Caracas, y en su haber literario se acumulan Música de cuatro (1928), Cantas (1933), Glosas del cancionero (1940), Florentino y el diablo (1940), el ensayo Caminos que andan (1962) y Lazo Martí, vigencia en lejanía (1966), que le valió el Premio Nacional de Literatura en la categoría de prosa.

FUENTE: AVN

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