jueves, 23 de junio de 2016

La historia de una madre que recicla pañales

En el día a día de Rosa ahora hay algo que se ha convertido en un ritual, y es que para ahorrar espera que su pequeño, aún con el pañal lleno de orine, defeque después de comer para colocarle uno nuevo. No se puede dar el lujo de quitarlos y ponerlos a cada rato, porque en los comercios de la ciudad no se encuentran con facilidad. “Esto es indignante”, se lamenta.

Su historia con la maternidad comenzó tres años después de que el expresidente Hugo Chávez llegó al poder y por eso tiene dos visiones muy distintas de esta. Su hija mayor tiene 14 años de edad.

Cuando la pequeña nació en el 2002 Rosa podía escoger los pañales que quisiera, comprar fórmula láctea, medicinas y todo lo que necesitara la niña, pues no había crisis económica, había producción nacional y el Gobierno comenzaba a sentir los beneficios del precio del petróleo a 160 dólares por barril.

En aquel entonces vivía de lo que era su negocio: la venta de ropa, carteras y perfumes. Con sus buenos ingresos hizo ahorros, que ya se están acabando porque los usa para subsistir en vista de que está desempleada.

A partir de aquí se dibuja el otro rostro de su maternidad 14 años después, en una época con una acentuada escasez y una inflación, estimada en 180,9% al cierre de 2015, que carcome los bolsillos de los venezolanos quienes cada vez se ven obligados a hacer kilométricas colas para conseguir alimentos.

“Están violando los derechos de mi hijo”. Así se expresó esta aragüeña, residenciada en Maturín desde hace siete meses, cuando recordó las incontables veces que ha salido de una fila sin poder comprar, por lo menos, leche completa, el alimento que toma su pequeño desde los cinco meses y que combina con la materna, que ahora se convirtió en la principal fuente de nutrición del bebé.
La decisión

Está sobreviviendo. Come lo que puede porque entre sus prioridades está la alimentación de su hija adolescente; además está preocupada porque no encuentra trabajo y no puede seguir gastando el dinero en comprar comida revendida a precios exorbitantes: carne a 4.500 bolívares por kilo, arroz a 1.800, pasta a 2.000 y 9 mil por una lata de fórmula de 900 gramos.

Decidió no seguir favoreciendo a revendedores.

En un día puede gastar mil bolívares (el doble si paga taxi) en pasajes movilizándose para llegar a los supermercados donde estén vendiendo alimentos a precios regulados y aunque no conoce muy bien la ciudad, pregunta las direcciones a quienes van apretujados con ella en los autobuses.

“Todos están enfocados en el revocatorio y se olvidan de que nuestros niños están pasando hambre”. Así piensa sobre la posición del Gobierno y la oposición con respecto a la situación del país. Por ello, hace un mes decidió reunirse con unas 50 mujeres para alzar su voz de protesta ante el grave daño que están sufriendo sus hijos.

La idea salió de una mañana al frente de una farmacia, en la estrecha calle Monagas del centro de Maturín, rodeada por más de 100 personas que exigían en vano la venta de fórmulas y pañales.

En ese encuentro surgió una red que, incluso, coordinó una marcha desde la plaza El Indio hasta la gobernación por el respeto de los derechos de sus hijos a la alimentación y salud, consagrados en la Constitución de la República y la Lopnna, pero que no dio resultado a pesar del interés con el que se había planificado.

A ella siguió otra convocatoria que sí tuvo apoyo de madres y padres, pero de la que no lograron lo que esperaban: reunirse con la gobernadora. Al encuentro solo asistieron quienes se sumaron y no las organizadoras. “Seguiremos intentándolo hasta que nuestras voces sean escuchadas”.

FUENTE: Jesymar Añez Nava - http://www.elpitazo.com

LEA...