Ir al encuentro de estas mujeres puede sorprender si se llevan a cuestas ciertas ideas preconcebidas, como que una agricultora de Calabozo, abordada por la Revolución en su rancho de lata hace siete años, debe lucir y pensar de tal o cual manera.
Pero Las Madres del Barrio no se opacan ante los prejuicios y las versiones que hablan de ellas como doñas sedentarias devorando las novelas de la tarde, becadas, con poca o ninguna conciencia política, más que la de ir a votar cuando se requiera, sin otra visión de vida, atadas a la pobreza material y espiritual.
"Yo comprendo que algunos no comprendan", dice Yanesa Armas, de 30 años y socia de la Colchonería Casa de Dios. "Cualquier cosa que haya hecho (Hugo) Chávez le parece mal a la oposición. Es gente que no nos conoce. En mi caso, la Misión llegó a mí como un rayo de luz, hace siete años. Me hizo entender que la mujer podía ir mucho más allá de los oficios del hogar".
Yanesa vive en Los Valles del Tuy. Además de confeccionar almohadas y puf junto a otras tres mujeres, está cursando el sexto semestre de Estudios Jurídicos. "¡Eso sí es culpa de Chávez! Que dejáramos atrás a las mujeres tristes, que ahora tengamos autoestima, que sepamos de leyes, que él comenzó a reivindicarnos desde la Constitución, con el artículo 88".
"Avon y Stanhome me pagaban miseria por un bolso"
"Yo a donde quiera que voy digo que soy Madre del Barrio sin pena. ¿Por qué pena? Si mi vida cambió en todo, en bienestar para mis hijos, mejor alimentación, mejores ingresos", interviene Nancy Contreras, a quien le brilla la voz cuando habla del taller Vencedoras hacia el Futuro, ubicado en la caraqueñísima parroquia El Valle.
Nancy, de 40 años, cocía para Avon, Cyzone, Stanhome y marcas similares. De allí puede inferirse la calidad de su trabajo, aunque muy mal pagado entonces. "Me daban miseria por cada bolso. Ahora trabajo en mi propio taller, tenemos seis máquinas, y vamos pa' siete (risas). Confeccionamos carteras, morrales y coalas, y además enseñamos a otras chicas a coser allí, en el taller, sin cobrarles; es una forma de multiplicar lo que hemos recibido nosotras".
"Nosotras" son miles en el país. Desde que Hugo Chávez concibió la Misión Madres del Barrio, en 2006, con la idea de alargar el brazo de la Revolución Bolivariana hasta las madres de familia más necesitadas, 4.172 proyectos socioproductivos han tomado forma. Cada uno de ellos agrupa a unas cuatro damas en promedio.
Protocolo de acción
Luego de que la madre es postulada por un consejo comunal para ingresar a la Misión, esto es lo que sigue: (1) Recibe una asignación económica mensual, mientras alcanza la fase de producción y comienza a percibir ingresos; (2) las necesidades de salud, educación, vivienda y otras fundamentales del núcleo familiar son atendidas a través de la articulación con otras instituciones del Estado; (3) las madres postuladas se organizan en comités e inician un proceso de capacitación y formación socio-política; (4) formula e inicia un proyecto autosustentable junto a tres, cuatro o cinco madres, con acompañamiento técnico y financiamiento de la Misión (75% primero, 25% después).
La Misión no escoge el rubro del proyecto, pero ayuda a las madres a identificar las potencialidades locales para aprovechar factores de producción de fácil acceso y viabilidad económica.
El proyecto debe privilegiar las necesidades de consumo en la comunidad y ofrecer bienes y servicios a precios razonables, sin caer en la dinámica especulativa de las cadenas de producción privada. El financiamiento es retornable. La asignación mensual que reciben las madres debe suspenderse cuando el proyecto comienza a generar ingresos, a fin de que otras mujeres puedan incorporarse al programa.
"Descubrí que me gusta la política"
Betzy Ugueto vive en el estado Vargas. Ha planteado un proyecto de producción de plátanos que aún está en proceso de evaluación. Mientras, ella y su familia reciben la atención referida en la fase dos.
"Cuando comencé, no tenía vivienda, vivía en un rancho con mis seis hijos. Puedo decirte que he cambiado hasta como persona. Madres del Barrio me hizo sentir ganas de aprender y otra forma de verme como mujer... Comencé a hacer cursos en la Misión Che Guevara, he tenido la oportunidad de ir a refugios a enseñar a otras mujeres lo que sé, me gradué en la Misión Ribas como bachiller y ahora quiero estudiar Comunicación Social en la Sucre".
La mujer callada y tímida que dice haber sido, quedó atrás. "¡Descubrí que me gusta la política! ¡Imagínate! A mí, que antes ni la entendía, me parecía aburrida. Ahora me apasiona, discuto con la gente que cree que estas misiones son para alcagüetear a los pobres, quisiera que entendieran tantas cosas. Hace poco hice un trabajo sobre las misiones, todas, con contenidos, con dibujos. Yo quiero expresar con mi propia voz lo que han sido para mi vida".
La Misión viene afinando engranajes para reducir los espacios de tiempo entre la evaluación del proyecto y el primer financiamiento, e igual entre ese 75% y el segundo desembolso, asegura Iraidis Marín, integrante del equipo de seguimiento socioproductivo en Caracas.
Es preciso hacerlo, para llegar hasta otras mujeres como Ismary Vásquez, pescadora; Zuleyma Gil, agroproductora; María Latán, diseñadora de ropa para bebés; Yosmaira Rivero, agricultora; o Noraima Martel, creadora de divinos postres, todas ellas gratitud, optimismo y calidez cuando reciben a cualquier curiosa que busca conocer sus experiencias, imposibles de retratar en dos cuartillas.
"Si yo te mostrara cómo vivía, sólo tenía un rancho con cuatro tapitas de zinc, una cocina y dos ollas, dormíamos en chinchorros. Hoy día, tengo una casa de tres habitaciones, un baño lindo, una sala, mi cocina... hasta aire acondicionado (risas) ¡Y vivo en el campo! Pero ya no vivo en pobreza extrema. Ahora soy agricultora", confiesa Yosmaira, orgullosa del maíz y las patillas que sus manos obtienen de la tierra, en algún rincón fértil del estado Guárico.

FUENTE: Yesenia Chapeta - AVN |