Ella, a menudo se quejaba, porque decía que se la pasaba pidiendo buenas cosas, pero Dios nunca se las concedía.
En el sueño se encontró caminando por una especie de mercado en el que, al final del pasillo central, se veía un mostrador enorme, con unas pequeñas bolsitas sobre él. Se acercó para ver de qué se trataba, y el mismísimo Dios la esperaba detrás del mostrador.
La señora tuvo oportunidad de decirle todo lo que reclamaba desde hacía tiempo y de manifestar su inquietud por no conseguir lo que deseaba.
La respuesta de Dios no se hizo esperar:
-Hija mía, lo que tú pides es muy bueno, pero yo, muy pocas veces entrego frutos; lo que siempre doy son semillas. Lo que tú pides es el fruto de una semilla que tienes que plantar en tu propio corazón y en el de los demás hombres.
FUENTE: Autor desconocido - http://www.iglesialatina.org |