miércoles, 14 de noviembre de 2012

José Antonio Anzoátegui tuvo vida de luz y muerte de sombras

Le bastaron 30 años para luchar por la independencia y por eso estar en prisión, casarse, tener dos hijas, ascender al máximo rango, General de División...y morirse en Pamplona, lejos de su tierra.
Eso lo vivió José Antonio Anzoátegui gracias a su constancia, perseverancia y valentía, de acuerdo con el historiador local Maximiliam Kopp, egresado de la UCV, cronista de Lechería, docente de Historia de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Santa María y del Colegio Don Bosco de Barcelona.

Kopp se declara un apasionado investigador del héroe epónimo de esta entidad oriental, de quien hoy se conmemoran 223 años de su natalicio y mañana 193 años de su muerte, pues falleció un día después de su cumpleaños.

-¿Cómo debemos recordar a Anzoátegui?
-Como un personaje que luchó en su tiempo y espacio e hizo todas las cosas que pudo en su momento. Era un hombre decidido a defender las cosas en las que creía. Fue el más joven de todos los próceres. A los 30 años alcanzó el rango de General de División. Eso lo convierte en un ejemplo para nuestras generaciones.

Él era muy amigo de Simón Bolívar, eran verdaderos amigos, su jefe de la Guardia de Honor, el hombre destinado a garantizarle la vida, colibertador de Colombia y Venezuela. Por eso, al morir, Bolívar expresó: “Habría preferido yo la pérdida de dos batallas que la muerte de Anzoátegui. ¡Qué soldado ha perdido el Ejército y qué hombre, la República!”. En 1909 se le dio su nombre a la antigua provincia de Barcelona, hace más de un siglo.

-Un héroe de 30 años. ¿Es algo que sólo se logra en gestas independentistas o también podemos tenerlos ahora?
-Sí podemos tener héroes civiles. En rango militar no se llega tan alto a esa edad, por razones legales. Pero tenemos muchos héroes jóvenes ahora, como Gustavo Dudamel, muy valioso dentro de la música. Hay tantos profesionales ilustres a su manera.

-Se dice que murió de fiebre y otros adjudican la causa al envenenamiento. ¿Qué creemos? ¿Fue fortuito o provocado su deceso?
-Las causas de su muerte entran en el terreno de la especulación. No hay algo que pueda comprobar qué ocurrió. Hay afirmaciones de que fue fiebre amarilla, pero nadie se muere de eso de un día para otro. Algunos señalan que fue por un ACV o un infarto. Otra versión indica que se trató de envenamiento, supuestamente por órdenes de Santander, ya que Anzoátegui era el mano derecha de Bolívar por quien aquél sentía envidia. Yo estuve en el inmueble donde murió en Pamplona, que ahora es la Casa de la Cultura y allí me contaron que el motivo real fue pasional. Él estaba cumpliendo años y, como se acostumbraba, le “regalaron” una doncella para que pasara la noche. Aparentemente la sirvienta, que era su amante, lo envenenó por celos. La historia oficial no lo dice porque mancillaría su memoria.

-Sus restos estaban en la iglesia Nuestra Señora de las Nieves, destruida en 1875. ¿Será que la providencia quería borrar sus huellas?
-Eso fue casual. La iglesia Nuestra Señora de las Nieves es la más importante de Pamplona y el terremoto del 18 de mayo de ese año la derrumbó. Sus restos nunca fueron repatriados ni reclamados por familiar alguno. Leí que una pequeña osamenta fue llevada al cementerio de esa ciudad, pero en fosa común, sin lugar preciso. Sobre esa tumba hay una imagen de un Cristo espectacular. Sus restos ya se habían perdido cuando se inauguró el Panteón Nacional en nuestro país.

-¿Hay cosas de la vida de Anzoátegui que deberían develarse?
-Su vida se conoce por encimita, lo que han escrito otros sobre él. Son pocas las cartas de su puño y letra que dejó. En Venezuela no ha sido tan valorado como en Colombia. Allá se le rinde culto y se le profesa mayor respeto.

En el campo de la batalla de Boyacá, cerca de Tunja, hay una estatua en su honor y en la casa donde murió se conservan sus objetos personales. Aquí tenemos un museo que lleva su nombre donde no hay prácticamente nada de él, apenas un cuadro que no es representativo.

Víctima de un misterioso mal

Marco Delgado Rodríguez, cronista del municipio Simón Bolívar, indaga en la historia de José Antonio Anzoátegui y señala que la vida del héroe de Boyacá (una de las batallas más importantes de la guerra de Independencia, donde se logró la liberación de Nueva Granada) se tronchó “por una de esas cosas insondables de la vida; algo así como burla del destino”.

En la escueta acta de defunción se expresa: “Recibió la penitencia y extremaunción y no la sagrada eucaristía, por no haber dado más lugar la enfermedad”.

Delgado Rodríguez hace referencia al historiador colombiano Fabio Lozano y Lozano para recordar su deceso. “El coronel José María Ortega, jefe del Estado Mayor, fue el encargado de hacer llegar a Bolívar la infausta noticia de ‘la misteriosa enfermedad que en dos días escasos’ lo condujo al sepulcro. ‘El 14 le decía: Hoy a la 1:00 del día ha sido atacado el señor General Anzoátegui de un fuerte accidente, y a la fecha, que serán las 7:00 de la noche, se halla privado de todo sentido y según el dictamen del doctor Tomás Foley, con bastante riesgo de perder la vida’”.

El 15 reportó: “El señor General Anzoátegui sigue lo mismo de su enfermedad”.

Y el 16: “Cuánto siento ser el instrumento para participar a V.E. (Vuestra Excelencia) la pérdida del señor General Anzoátegui. A las 10:00 de la noche ha expirado y hoy a las 8:00 de la mañana se dará sepultura a su cadáver, haciéndole los honores que por ordenanza le corresponde”.

Especificar cuál fue la “misteriosa enfermedad” en realidad resulta harto complicado, prosigue el cronista de Barcelona, “Siguiendo a Lozano, ‘la versión más generalizada es que murió de apoplejía, repentinamente durante un banquete dado en su honor...”. Se habla también de fiebre pútrida, peste, cólera morbo o tifus.

Aunque dejando abierta la duda, nos parece fue el tifus el posible mal que lo ultimó. Es una enfermedad transmitida por los piojos de la ropa. Produce fiebre, delirios, coma... mata al enfermo a los dos o tres días de su aparición, señala Delgado Rodríguez.

Sin uniforme
José Antonio Cayetano de la Trinidad Anzoátegui Hernández nació en Barcelona el 14 de noviembre de 1789 y murió en Pamplona (Colombia) el 15 de noviembre de 1819. Era un blanco criollo, hijo de un español rico de origen vasco de su mismo nombre y de Petronila Hernández, proveniente de una familia con títulos nobiliarios. Sus cinco hermanos eran Pedro María, Joaquín, Agustín, Juan José y Juana Dolores. Se casó con María Teresa de Arguindegui y tuvo dos hijas: Calixta y Juana. A una de ellas no la conoció, pues salió en campaña militar cuando aún estaba en el vientre y no regresó.
Anecdótico
La vida del héroe epónimo de Anzoátegui está llena de curiosidades, según el historiador Maximiliam Kopp (en la foto superior). Lo bautizaron de emergencia el 21 de noviembre de 1789, a los siete días de haber nacido, pues estaba moribundo, no creían que iba a salvarse. Como vivió en una Barcelona de mucha convulsión, su espíritu joven lo impulsó a luchar, por lo que fue preso a los calabozos de La Guaira. Eso influyó en su personalidad. Cuando le hicieron el expediente, los españoles decían que había que castigarlo porque era un “cabeza caliente”, un hombre de armas tomar.

FUENTE: Yamilet Herrera Dudamel - http://eltiempo.com.ve

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