miércoles, 15 de diciembre de 2021

El alma española de Caracas

Por: Alberto Veloz -
Le duela a quien le tenga que doler, España fue y es un referente cultural para los venezolanos y en el caso de esta crónica, solo me referiré a Caracas como receptora de esta vasta, intensa y “sabrosa” cultura que nos dio y sigue dando el país de origen de la mayoría de nuestros ancestros.

Todos sabemos que fue “Don Diego de Losada el que puso el estandarte para que fuera fundada esta gran obra del arte…”, así reza la letra de Rincón Morales en su Caracas Cuatricentenaria, melódica gaita a propósito de su fundación.

Sin entrar en disquisiciones históricas sobre su fundador, en 1567 éste apareció en el valle de los toromaimas y de los caracas con 800 hombres y, “sin aviso ni protesto”, se propuso tratar de “pacificar” a los que aquí vivían. Decidió nombrar el lugar como Santiago de León de Caracas.

Dos nombres de procedencia española, Santiago por el santo patrono de España y León supuestamente por el gobernador Ponce de León, que según las versiones historicistas le dieron el apelativo a la ciudad, y Caracas por la tribu y el nombre de la yerba caracas, también conocida como bledo, pira o amaranto que crece silvestre en el valle y es una panacea para cientos de enfermedades.

Pero fue 11 años después cuando el Capitán General y Gobernador Juan de Pimentel decidió mudarse al valle de Caracas, que ya fungía como capital de la provincia de Venezuela.

A Pimentel le siguieron muchos hombres, entre hidalgos, militares y más tarde el obispo, lo que le dio carácter e importancia a la recién fundada ciudad.

La arquitecto urbanista Rosario Salazar Bravo detalla en su obra El comercio diario en la Caracas del siglo XVIII, acerca del primer plano de Caracas realizado por Juan de Pimentel, siguiendo los parámetros de las ciudades hispanas:

“El gobernador legó para la posteridad el primer plano de una ciudad de veinticinco manzanas… Según el plano, la ciudad estaba trazada siguiendo la típica retícula ortogonal asumida por los españoles en América”.

Así vemos que desde el nacimiento, Caracas está marcada con el sello español, por lo que es fácil suponer que así continuó en todos los órdenes de la sociedad, con sus altos y bajos, aunque en algunos períodos otras influencias extranjeras se hicieron sentir por diferentes causas: el gusto de los gobernantes, razones económicas o simplemente moda y contemporaneidad en las tendencias.

Agua, azucarillos y aguardiente

Vamos a adelantarnos varios siglos y conocer algunas manifestaciones españolas en nuestro patio, principalmente en la música, cuando a la Caracas del siglo XIX llegaban compañías de zarzuela y opereta, el llamado género chico de la también llamada música culta.

No hay nada más español que una zarzuela. En 1854 fue inaugurado el Teatro Caracas con la asistencia del presidente José Tadeo Monagas donde acudieron 1.200 espectadores que se maravillaron por su novedosa iluminación a gas.

En ese teatro en 1864, la Compañía Lírico Dramática de Saturnino Blen presentó la primera zarzuela en Caracas llamada Catalina de Rusia. Y fue tal su aceptación que esta empresa montó 19 zarzuelas ese mismo año. En cada función se agotaban las localidades por lo atractivo que resultó este género musical entre los espectadores, ávidos de manifestaciones culturales.

El Teatro Unión, ubicado en la esquina de Maderero, fue reinaugurado en agosto de 1866 como Teatro de la Zarzuela con la presentación de Las hijas de Eva, zarzuela en tres actos del español Joaquín Gaztambide.

La zarzuela en el siglo XX caraqueño tuvo su sede natural en el Teatro Nacional, en la esquina de Cipreses, donde se presentaban las mejores compañías de España.

La primera obra de este género escenificada en el Teatro Nacional fue El relámpago, del dramaturgo y poeta español Francisco Camprodón.

A partir de allí todas las empresas con sus cantantes de mayor fama recalaban en el escenario de Cipreses, como la Compañía de María Francisca Caballer, la Compañía de Zarzuela y Opereta Faustino García y la Compañía Lírica Isaac Albéniz.

Tradicionalmente incluían en su repertorio famosas zarzuelas de ambiente netamente castizo entre ellas Luisa Fernanda; Doña Francisquita; La del Soto del parral; Los gavilanes; El barberillo de Lavapiés; La Gran Vía; La verbena de la Paloma; Agua, azucarillos y aguardiente o La corte del Faraón, picantona y llena de insinuaciones, que en esa época eran censura B.

Era un deleite para el público que amamos el género chico cuando en el entreacto de Luisa Fernanda todos cantábamos la pieza Mazurca de las sombrillas ayudados por un telón con la letra a gran escala mientras la orquesta nos acompañaba con la música de Federico Moreno Torroba.

Escuchemos la Mazurca de las sombrillas:


Imposible dejar por fuera el muy conocido pasacalle Los Nardos, de Francisco Alonso en la zarzuela Las Leandras.


A la salida de la función, los fanáticos nos acercábamos a los camerinos para conocer a los cantantes que tanto nos deleitaban con esta música de tanta raigambre española y que nos hacía viajar a la Madre Patria.

Los autógrafos en el programa de mano eran el trofeo de la noche. Lástima que no existían los celulares porque seguramente el selfie hubiese sido obligatorio con la mismísima soprano María Francisca Caballer o el barítono Sergio Daniele, aunque uruguayo, era parte del elenco fijo zarzuelero.

Otros que recibieron aplausos en el patio caraqueño fueron Plácido Domingo Ferrer y Pepita Embil, padres del tenor Plácido Domingo. ->>Vea más...
 
FUENTE: Con información de Crónicas de Alberto Veloz - El Estímulo

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