El Ministerio Público a través de sus coordinaciones sociales, y con el apoyo de la Comisión por la Justicia y la Verdad (CJV), adelanta las investigaciones del caso, sobre el cual se impuso desde el comienzo un silencio absoluto.
La propia CJV ha hecho un esfuerzo por tratar de obtener datos sobre lo que realmente ocurrió con los tres revolucionarios, de quien se presume que fueron fusilados a pesar de que en Venezuela, al igual que hoy, era un país que no tenía pena de muerte en aquel entonces.
SIN RELATO OFICIAL
A pesar de que, al igual que sus compañeros, Soto Rojas fue desaparecido por el Gobierno de Leoni, al respecto nunca hubo una explicación formal por parte de ningún cuerpo de seguridad o del ministerio del interior de entonces. Sus familiares han tenido que vivir con la duda de si algún día sabrán la verdad.
“Hasta hoy, no hay un relato único o una declaración oficial que pueda dar respuesta a las interrogantes que nos hemos formulado los familiares de Víctor Ramón Soto Rojas después de 50 años de su desaparición”, declaró al Correo del Orinoco el sociólogo Víctor Soto Armas, hijo de Soto Rojas. “Yo también soy víctima de la crueldad cometida contra su padre”, sentenció.
Soto Armas explicó que “la desaparición es un tipo de crimen político que genera muchas preguntas y le causa a la sociedad un grave daño psico-social”. Al no haber datos ni declaraciones fidedignas, no puede haber una explicación.
ENTRE INTERPRETACIONES
En el caso del crimen de su padre, “la explicación del caso se construye desde varias interpretaciones. Y yo, que apenas tenía un año de edad, he tenido que elaborar mi interpretación para darle respuestas a todas esas preguntas ”, aseveró Soto Armas.
“Por ejemplo, a mi abuela Rosa Rojas de Soto, unos militares le dijeron que no siguiera buscando a su hijo porque lo habían lanzado de un helicóptero. Otras interpretaciones sugieren que lo asesinaron en un intento de fuga, y hay quienes sostienen que fue fusilado y enterrado, pero no se recuerda donde se enterró, lo que confirma que hay interpretaciones muy variadas, diversas, y hasta contradictorias”, expuso.
Su situación es angustiosa, como lo revela la confesión de que “en un momento, al verme de pronto frente a un indigente, de los más descuidados e irreconocibles, he llegado a preguntarme si será éste mi padre, ya que podría ser que no lo hubieran matado sino que hubiera enloquecido a causa de la tortura y estuviera vagando por las calles sin que sepamos que es él”.
“Debido a esa desaparición, mi abuela desarrolló una relación muy estrecha conmigo, a través de la cual conocí el marco histórico de aquel momento. Por ella supe que después que mi papá se gradúa, en la Universidad Central de Venezuela, ella lo deja de ver porque en esos momentos (1963-64) la situación política del país no era segura.
MARCO HISTÓRICO DE ESE MOMENTO
Soto Armas recordó que en ese momento “había una insurgencia en contra del régimen que estaba gobernando el país. Había una parte de venezolanos, integrada por jóvenes universitarios, mujeres, campesinos, obreros, que no estaban de acuerdo con una política de gobierno, conocida con el tiempo como el Puntofijismo, que produjo miles de muertos muertos, se dice 3 mil muertos y desaparecidos”.
“En todo caso murieron muchas personas, entre ellos mi padre y Rosa Rojas de Soto lo decía en aquella época en que hacer estas denuncias, mencionar la lucha clandestina, la lucha armada, la guerrilla, a veces significaba la pena de muerte para el declarante”, insistió. .
Contó que su abuela le “hizo saber que el responsable de que no esté tu papá es el Gobierno, y ella pasó a ser mi abuela y mi papá. Era la portadora de la imagen que yo manejaría toda la vida, de las historias, de las fotografías y de las verdades que denunciaba públicamente”.
El sociólogo contó que como pasaban los años y solo se ratificaban los gobiernos de AD y Copei, Soto Armas expresó que “la esperanza se tornaba cada vez más lejana. La semilla estaba allí, pero sentía muy difícil que germinara, solamente en el pensamiento político encontraba uno donde forjarse” .
DOS MUJERES VALIENTES
“De aquel episodio histórico yo destacaría el papel que jugaron Elvira Armas y Zoila Rosa Soto Rojas, mi madre y mi tía. Ellas desenterraron con sus manos los cadáveres de Trino Barrios y de Heriberto Cartagena”, afirmó.
Dijo que “aunque parece un hecho apegado a la época, después de tanto reflexionar he llegado a la conclusión de que estamos frente a unas personas muy valientes, que lograron desenmascarar las prácticas de tortura, de asesinato selectivo y de desapariciones que aplicó un régimen”.
EPISODIO SILENCIADO
El también docente observó que el caso de la muerte de Alberto Lovera tuvo mayor resonancia. Sin ánimo de establecer comparaciones, precisó que en este caso fue la naturaleza la que se ocupó de entregar el cuerpo de aquel hombre “para confirmar la historia que el pueblo ya sabía”.
“Pero Trino Barrios y Heriberto Cartagena fueron extraídos de la tierra por manos humanas, que tienen la osadía de enfrentar al Gobierno, pasar por encima del temor de ser descubiertas y con el dolor de que no era el muerto que estaban buscando, su familiar. Eso, además, se multiplicó en el hecho de quitarse el luto”.
Soto Armas relató que “ellas se iban a hacer esas búsquedas en las montañas de día y de noche, con el propósito de iniciar el luto, porque los relatos decían que Víctor Ramón Soto Rojas estaba muerto, pero no conseguían el cadáver y por eso guardaban la esperanza de que estaba vivo. Pero ahora, al no encontrarlo, se tenían que quitar el luto porque no estaba justificado en los restos hallados”.
GIRO DE 180 GRADOS
“Estamos viviendo un proceso diferente, de 180 grados. Cuando yo tenía 23 años no me podía plantear declararle a los medios esto que estoy diciendo ahorita”, dijo el hijo de Soto Rojas, y enfatizó que “es necesario entender que estamos en un proceso político diferente. Somos nosotros quienes tenemos el deber de trabajar porque este pueblo tenga la mayor suma de felicidad posible”. El proceso que se vive en Venezuela “ nos ha demostrado que los muertos se nos han caído sobre nuestras espaldas, como el caso de mi padre, y de muchos estudiantes y lideres estudiantiles, campesinos obreros mujeres a quienes hoy se les ha reivindicado”.
“Me parece que lo que hace el Estado en este momento se está haciendo bien, pero solo cuando este capítulo de la historia forme parte de los pensum académicos en la educación venezolana veré que hemos avanzado porque la investigación penal, judicial, que además tiene que estar acompañada de investigación antropológica, solo va dirigida a averiguar donde está el cuerpo”, ponderó.
NECESIDAD DE EDUCAR
La posibilidad de introducir en los plan de estudios formales, dijo Soto Armas, “es un hecho que nos debe servir a los que hemos vivido la tragedia de los años 60 como terapias de rehabilitación en términos de la psicología social de los afectados, que no fuimos dos o tres, sino comunidades enteras. Los efectos son masivos e inmediatos. Los hechos ya no se quedarán entre los familiares y los testigos que aún quedan vivos”.
“Pero si ese camino no conduce a lo que se espera, que es la reivindicación de unas personas que fueron calumniadas y vilipendiadas vamos a morir como murió mi abuela, con la desesperanza sembrada en nuestra existencia”, advirtió. Sin embargo, insistió en valorar las acciones que intentan canalizar los casos: “El proceso político que estamos viviendo también nos da la oportunidad de reivindicar al mismo Estado, porque se está ocupando de la investigación, y eso genera hechos como que los periodistas vengan a hablar con las víctimas directas”.
IMPACTO PSICO-SOCIAL
Soto Armas comentó que las desapariciones dejan muchas secuelas, sobre todo desde el punto de vista psicológico. “Es un impacto social porque se trata de la sociedad entera, que tiene que tener r respuestas de rehabilitación social. Y definitivamente si hoy en día a mí me entregan unas cenizas y unos restos, porque los familiares aspiran a conseguir aunque sea las cenizas, para darles cristiana sepultura como decía mi abuela, por muy antropológica que sea la evidencia, yo tengo que preguntarme: ¿y esto resuelve mi conflicto, mi historia se acabó?”
“No. Eso era lo que quería mi abuela, pero no los que pensamos como pensó Trino Barrios y Heriberto Cartagena , Víctor soto Rojas y otros que seguimos esperando que este pueblo pueda conocer esta verdad a través de la educación y el conocimiento, para ser constructores de su propia historia y no que la ignorancia de la historia los haga instrumento de su propia destrucción, como dijo Bolívar”
EL ÚLTIMO DOCUMENTO
“Me acaban de entregar el más reciente documento producto de investigaciones que se ha producido, firmado por el amigo Aldemaro Barrios, que fue presentado en el décimo primer congreso nacional de historia regional del estado Guárico. En él aparecen los nombres de quienes libraron las órdenes en el campo para asesinar a mi padre”.
No obstante, declaró que “decir con exactitud, este fue, este no fue, le corresponde a la Fiscalía General de la República. Son unos nombres diferentes a los que corresponde a la interpretación que le dan Rosa, Zoila y a la que le da Elvira que acusaban al Gobierno, al Presidente, y a unas personas concretas. Por eso insisto en que esa parte corresponde a la Fiscalía, porque yo en lo personal con el supuesto de un nombre, para mi reconstrucción psicológica de un caso no es nada objetivo ni constructivo. Porque a estas alturas, después de 50 años uno ha tenido que reconstruir la vida.”
La información aportada por Aldemaro Barrios señaala al teniente José Tomás Rojas, al Mayor Delfín Ibarra y al Teniente Coronel Víctor Molina Vargas como presuntos involucrados en la Operación Bach 64, así como al general Ramón Florencio Gómez, ministro de la Defensa del Gobierno de Raúl Leoni.
FUENTE: Mercedes Aguilar - http://www.correodelorinoco.gob.ve |