lunes, 6 de noviembre de 2017

El viaje más desesperante en la vida de Karina

Karina se había ido a Barranquilla a buscar un sustento que no conseguía en Maracaibo. El 20 de julio de 2017 recibió una llamada de casa. Jean Luis, su segundo hijo, de tan solo 15 años, había sido asesinado de un disparo, durante unas protestas escenificadas en su urbanización. Esta historia, escrita por la narradora y periodista Milagros Socorro, es la primera de una serie sobre los seis venezolanos más jóvenes perdieron la vida en las manifestaciones opositoras de 2017.

Es un desastre. Nada más despertar, el mundo se le viene encima. Ya sabe cómo es. Pasará el día pensando que es una pesadilla, que un día va a despertar y Jean Luis estará ahí. Pero ahora es justamente el momento en que todo vuelve a empezar y no puede quedarse en la cama un siglo, oyendo los ruidos de la casa y sintiendo cómo se enfrían las lágrimas en su lento viaje por las sienes. Ya la niña ha empezado a gemir. Si nadie viene a su lado apelará a un vigoroso berrido que Karina prefiere evitar. Es una de las grandes marcas del duelo: el abatido quiere silencio. Si por él fuera, viviría debajo del agua, donde no llegan voces ni ruido alguno y donde las lágrimas son invisibles, como el aire.
Por algo hay que empezar. Antes incluso de sacar a su hijita de la cuna, Karina se reserva unos minutos para recogerse el cabello y ordenarlo bajo un casco elástico, hecho con restos de medias panty. Es algo. Le da la sensación de que todavía puede controlar algo, poner algo en su lugar, ahorrarse una calamidad.
Camino a la cuna arrastra los pies. Le ha quedado esa maña. Es como si no tuviera la fuerza para levantarlos. No a esa hora, que es cuando le sobrevienen en ráfagas los horribles instantes que le confirman que no fue una pesadilla. O, en todo caso, que no despertará de ella.
Karina de Lugo tiene 36 años y cuatro hijos. Ahora, tres. Estaba en Barranquilla, Colombia, adonde había ido para emplearse como trabajadora doméstica, cuando recibió la llamada. Su madre intentó dar la noticia a plazos, pero la muerte trabaja sin piedad, incluso en la divulgación de sus estragos. No hubo manera.
—Mija, sucedió un accidente —dijo la señora por teléfono—. Yo le dije a Jean que no se fuera para donde el amiguito y se fue…
—Pero ¿qué pasa?, ¿qué pasa?
—Me fregaron al niño.
—¿Cómo que lo fregaron? ¿Lo golpearon? ¿Qué pasó
Karina dejó el teléfono en manos de su hermana, de sus tías, que soltaban un grito y se lo pasaban como si el aparato fuera la pequeña jaula de una víbora. Una de ellas le dijo a Karina que a su hijo Jean Luis le habían dado un tiro, a lo que ella respondió a gritos que lo llevaran a un hospital.
—No, Kari —le dijo su hermana con voz suave—. El niño está muerto.

FUENTE: Con información de Milagros Socorro - https://elpitazo.com

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